Tú cuidas de tu teléfono móvil. Lo proteges, le compras un protector de pantalla y una funda, tratas de que no se moje (aunque diga el fabricante que se puede), te preocupas por que no se pierda, por que no te lo roben, por que no se te caiga, por que no se quede al sol funcionando en verano… Tratas de preservarlo, de lograr que perdure, incluso de mejorarlo, de instalar aplicaciones, de actualizarlas. Buscas que el teléfono, en la medida de lo posible, se mantenga físicamente como era cuando lo compraste, y que, incluso, en algunos aspectos mejore con el tiempo.

Cuidas de tu coche. Le evitas golpes, lo sitúas en lugares donde no pueda sufrir daños, lo llevas a revisión, le cambias el aceite, le cambias los filtros, las ruedas, arreglas ese embellecedor que está medio caído, lo guardas en un garaje, le pones un seguro (a todo riesgo, si te lo puedes permitir), das un parte, le reparas la chapa…

Cuidas de tu casa: la ventilas, la limpias, la vuelves a limpiar, la ordenas, le cambias la electricidad o la fontanería, la aíslas (térmicamente), la pintas, la amueblas, le compras esto o esto otro para que esté más bonita…

Cuidas objetos, bienes, antes incluso de comprarlos, pues los eliges cuidadosamente, los estudias, los seleccionas.

Cuidas todos los objetos que pasan por ti. Cuidas tu ropa, cuidas tu vajilla, tus libros, tu cartera, tu tostador, tus recuerdos de la infancia, tus cartas, tus fotos… Trata de preservarlos, de que mantengan su integridad, de que cumplan con su función, de que perduren.

Cuidas de tu entorno, tratas de dejarlo al menos igual que lo encontraste, si no mejor. Trabajas para que tu paso por él no lo estropee, no lo destruya. Evitas dejar basura y la recoges o la tiras a los lugares adecuados. Del mismo modo, si, por ejemplo, utilizas el transporte público, tratas de no dañar o ensuciar los asientos, o de no hacer demasiado ruido para que no se convierta en un lugar incómodo.

Cuidas el medioambiente, la naturaleza, haces lo anterior y mucho más. Mantienes su equilibrio, tu aprovechamiento causa el menor daño posible, y si lo causa, se puede reparar y haces por repararlo. Consumes de manera que no se agoten los recursos, que estos se puedan recuperar y que tu huella de carbono sea la menor posible. Reduces tu consumo, reutilizas los bienes que ya tienes, reciclas aquellos que no puedes reutilizar, adquieres los que te son indispensables y los que menos perjuicios causan. Compras bienes o alimentos que se han producido respetando el medioambiente, y que proceden de un entorno cercano (que no tienen que viajar mucho). Utilizas fuentes de energía que no emiten residuos tóxicos y que no se agotan.

Cuidas de tus amigas, de tus amigos. Quedas con ellas; te preocupas por ellos; los invitas a tu casa; vas a visitarlos; tratas de que sean felices, de que se lo pasen bien; los escuchas y les cuentas tus preocupaciones, tratas de comprenderlos y de que te comprendan; los ayudas y dejas que te ayuden; los acompañas y les haces compañía; les dices lo que te gusta y, a veces, lo que no te gusta tanto; los respetas y confías en ellas y ellos, y ellos pueden confiar en ti.

Cuidas de tu trabajo. Tratas de hacer tus tareas con eficacia, con eficiencia, con celo. Te proyectas en él, formas equipos, escuchas y hablas. Respetas a tus compañeras y compañeros, tratas de entender sus problemas y de ayudarlos, les pides ayuda, compartes con ellos. Hablas bien de ellos y solucionas los problemas hablando y escuchando, poniéndote en el lugar de los demás. Actúas de manera que pueden confiar en ti y tienes en cuenta sus intereses y no solo los tuyos.

Cuidas de tus vecinos. Tienes en cuenta que compartís un espacio y un entorno comunes. Los ayudas y ofreces tu ayuda, les dejas ayudarte. Les hablas, los escuchas, llegáis a acuerdos.

Cuidas de tu pareja. Crees en ella y en vosotros; atiendes a sus necesidades y dejas que atienda las tuyas; consensuáis las decisiones; escuchas y hablas, te pones en su lugar; respetas sus tiempos, sus espacios, sus diferentes jerarquías y sensibilidades; le transmites que la quieres y te dejas querer; valoras sus fortalezas, respetas sus debilidades; le pides y no le ordenas; la comprendes y no la acusas.

Cuidas de tus hijos, de tus hijas. Los alimentas, les das calor, los proteges, les das seguridad; los enseñas, los ayudas, les dejas que se caigan, que se equivoquen, los acompañas y también los dejas solos; les preguntas y les cuentas, los escuchas y les hablas; tratas de comprender su forma de ser, su singularidad. Los bañas, les cambias el pañal, les cortas las uñas, les limpias los mocos, los dejas en el colegio, los recoges; se duchan, se limpian, se cortan las uñas, se van al colegio. Hacen amistades, tienen conflictos, los escuchas, los ayudas, intervienes, te mantienes al margen. Decides por ellos, tienes en cuenta su opinión, los dejas decidir. Les pones límites, les cambias los límites, les quitas límites. Los alimentas para que crezcan, los ayudas a que crezcan, los dejas crecer.

Cuidas de tus abuelas, de tus abuelos, de tu padre, de tu madre. Respetas su vida, su papel, su experiencia, su conocimiento. Los llamas, visitas, acompañas, les dejas participar y compartes con ellos. Atiendes las necesidades que ya no pueden satisfacer por sí mismos. Los quieres y les dejas quereros.

Cuidas de un enfermo. Le escuchas, lo analizas, lo acompañas en todo lo que necesite compañía, estás en los momentos más difíciles y también cuando recibe las noticias importantes. Atiendes a sus necesidades, le ayudas en la rehabilitación, le permites curarse y ganar fuerza.

Cuidas de una alumna, de un alumno. Le ayudas a preguntarse y a encontrar respuestas. Le propones desafíos y le remueves barreras. Le enseñas a aprender por sí mismo, a socializar, a compartir, a trabajar juntos, a resolver conflictos, a enseñarse unos a otros. Le ayudas a crecer desde su singularidad, desde sus capacidades; le ayudas a conocer el mundo y a conocerse a sí mismo, a integrarse en él y a transformarlo.

Cuidas de ti mismo. Te analizas y te mandas analizar. Piensas en cómo te sientes y en cómo te podrías sentir mejor. Haces ejercicio, bebes mucha agua; vigilas el colesterol, los triglicéridos o las transaminasas; tratas de perder algo de peso, o de ganarlo; vas al gimnasio, sales a caminar; comes ensalada, te permites un lujo; te mides, tratas de descansar lo suficiente; vas a la psicóloga, a pilates y al fisio; reflexionas sobre tus amistades, y sobre tus relaciones de trabajo, intentas cambiar lo que no te gusta o lo que es mejorable. Piensas sobre ti y tratas de crecer, de sentirte bien y de preservar tu salud y bienestar.

Cuidas de una ciudad, cuidas de una comunidad, de un país. Recoges sus basuras, barres e iluminas sus calles, atiendes y acompañas a los que se encuentran solos y a quienes no pueden valerse por sí mismos. Estableces normas que regulan la convivencia, favoreces que las personas puedan cuidar de sí mismas, de sus objetos, de sus casas, que tengan tiempo y posibilidades para ello. Posibilitas, facilitas, ayudas a que los ciudadanos y ciudadanas cuiden de sus hijas, de sus parejas, de sus vecinos, de sus abuelas, de sus madres o de sus amigos. Te encargas de que haya un sistema de salud en el que toda la población pueda contar con la atención médica y sanitaria necesaria y de calidad. Garantizas la existencia de un sistema educativo que permite el crecimiento y el aprendizaje de cada alumno y alumna, desde su singularidad, desde sus posibilidades, en todas las facetas de su desarrollo. Velas por el cuidado del medioambiente, por la renovación de los recursos, por el uso y la extensión de de energías limpias y renovables, por el cuidado y mantenimiento de los bosques. Garantizas la seguridad de todas las ciudadanas y ciudadanos, su no discriminación y la equidad e igualdad de oportunidades para todos y todas, sea cual sea su sexo, su etnia, su origen, su nacionalidad o su capacidad económica.

Si educas para cuidar, si cuidas educando, creas el entorno adecuado para que cada uno de tus alumnos y cada una de tus alumnas aprenda a cuidar sus objetos (sus materiales, sus juguetes…); aprenda a cuidar su entorno y la naturaleza; aprenda a cuidar su trabajo y el fruto del mismo; aprenda a cuidar a sus compañeras, a sus profesores, a su familia o a sus amigos.

Si educas para cuidar, si cuidas educando, enseñas a participar, a consensuar, a escuchar, a hablar, a analizar, a construir en equipo, en común; enseñas a tejer redes alrededor de uno mismo, a conectarse; enseñas a organizar, a organizarse, a gobernar para cuidar y a elegir a quienes tienen que gobernar para cuidar.

Tú cuidas, tú amas. Cuidas porque así funciona, ha funcionado y funcionará el mundo. Cuidas porque no cuidar, no cuidarnos unos a otros, no cuidar a los demás y a lo que nos rodea nos conduce a una espiral estéril de destrucción y soledad.

 

 

 

Los colegios, las escuelas, son instituciones en las que se cuida, principalmente del alumnado, pero son también instituciones que juegan un papel esencial a la hora de enseñar al alumnado a cuidar. No pretendo en estas líneas hacer una programación vertical y transversal sobre cómo educar para cuidar, pero trataré de ofrecer una serie de propuestas, a modo de pinceladas, para ejemplificar de qué manera podríamos incluir la enseñanza de los cuidados en la escuela a través de las diferentes etapas.

Enseñamos a cuidar cuando nuestras alumnas y alumnos:

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RISO

Más allá de su principal objeto de cuidado, que es el alumnado, las escuelas deben ser instituciones que cuidan. ¿Cómo?:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No podía abordar esta reflexión desde la reflexiones de otros, aunque me gusta especialmente la del papa Francisco, que dice: “La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respecto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz.” 

La cultura del cuidado es para mí la cultura del encuentro, la cultura que arropa las singularidades de todas las personas, que nos hace sentir que pertenecemos y que nos ayuda a construir con los otros un mundo de respeto y compasión.

 

PALOMA MORUNO
Diseñadora y facilitadora de procesos de
transformación de instituciones educativas en TemLabs

Bibliografía

Domínguez Prieto, X. M. (2019). Más allá de tus heridas: acompañamiento y sanación. Madrid: Editorial Khaf.

Aranguren, L. (2021). Tiempo emergente. Meditaciones desde la ética del cuidado. Madrid: Editorial Khaf.

Galán Rodríguez, A. (2011). La protección a la infancia. El desafío del Rey Salomón. Madrid: Editorial EOS.

Vázquez, V., Escámez, J. García R. (2012). Educación para el cuidado. Hacia una nueva pedagogía. Valencia: Editorial Brief.

Abstract

«To care» is a verb, and instead of offering a closed concept of the term, the author offers an open definition through illustrating examples: how you care about your belongings, your environment, your work, the world around you, the people in your life, yourself. She paints a picture of what caring looks like in general, and what it means in the specific context of education. Schools are caring institutions, and also institutions that teach how to care. How can caring be taught, not as a content or field of knowledge, but as a habit, mindset and way of being in the world? Montero offers two lists of practical ideas for inspiration and reflection: one that describes student behaviours and actions that support them in learning how to care, and a second list that describes processes of a caring organisation.

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