Cuando comenzamos un nuevo proyecto siempre contamos con la  incertidumbre de los resultados satisfactorios. No obstante, como  docentes implicados en esta tarea de acompañar y guiar, este proyecto de  alumnos ayudantes nos atrajo desde el primer momento. El riesgo  merecía la pena y la experiencia docente va de innovar y aventurarse.  

La convivencia escolar tiene varios pilares fundamentales: padres,  profesores pero, sobre todo, alumnos. Las nuevas pedagogías apuntan a  una mayor participación de los alumnos en su propio aprendizaje. El  trabajo cooperativo, la clase invertida y otras actividades han puesto de  manifiesto los buenos resultados y la satisfacción de los estudiantes. 

En nuestro colegio, la figura de los alumnos ayudantes se fue  gestando poco a poco, con la aportación de todos y el liderazgo del  departamento de Orientación y el Equipo de Convivencia. La idea principal  era crear puentes que mediasen entre los alumnos y/o la dirección. Lo  primero y más básico a definir fueron las funciones. No podría ser una  figura que minase las responsabilidades del delegado de clase pero sí  debería ser elegido democráticamente como ellos. El elegido/a debería  ser un líder positivo, alguien capaz de mostrarse imparcial y con capacidad  de escucha y confianza en sí mismo. 

Los primeros años fueron duros. Queríamos que los alumnos  ayudantes no fueran juzgados por sus compañeros como “el chivato” o “el  preferido del profe”. Este estigma podría arruinar el proyecto. Esta fue la  parte más ardua. Los alumnos ayudantes debían comprender la diferencia  entre chivarse y ayudar a alguien que lo necesita recurriendo a los  adultos/profesores. La primera labor que se les asignó fue la de  acompañar a los nuevos alumnos. Mostrarles el cole, las aulas, el  gimnasio, la piscina y vestuario, propiciando la integración de cada uno de  ellos en su nueva clase. A veces, los buscaban en los recreos para que no  se sintieran solos. Poco a poco, asumieron otras labores no menos  importantes: observar y mediar de manera absolutamente autónoma sin  la necesidad de la supervisión de un adulto.

Nuestros alumnos ayudantes comenzaban una andadura esencial  para la convivencia de las aulas de manera natural. Muchos de ellos  repetían cargo año tras año, dando prueba de su valía y aceptación por  parte de sus compañeros. Se decidió entonces darles herramientas en forma de pequeños cursos de formación para que desarrollasen habilidades y destrezas en la escucha y empatía. Los orientadores y el  equipo de convivencia prepararon dinámicas, juegos de rol y actividades  que desarrollasen su inteligencia emocional, fundamental para esta nueva  tarea. Asimismo, se habilitó un espacio de encuentro, un aula con una  gran mesa redonda donde reunirse y compartir los cursos de formación. El  aula no fue  de acceso libre para los alumnos ayudantes, no se trata de que tengan un privilegio en el cole, es  un espacio de encuentro con orientadores y equipo de convivencia. Los propios alumnos colgaron  cartulinas, fotos y proyectos de las distintas formaciones. 

Han pasado ya algunos años y aunque hemos ido realizando ajustes, la valoración es muy positiva. Al menos una vez al trimestre nos reunimos  con ellos para conocer desde su propia mirada el ambiente de las aulas.  Ellos señalan las dificultades del grupo, si existe o no un alumno  disruptivo, triste, enfadado o simplemente ignorado. Nos han ayudado a  prevenir el bullying, a intervenir en pequeños conflictos que podrían  haber derivado en grandes problemas. Nos han enseñado a mirar a los  alumnos a través de sus ojos y desde sus perspectivas de adolescentes.  Los profesores a veces perdemos esa mirada o perspectiva, y aunque los  vemos todos los días, nuestro cerebro adulto y responsable no funciona  igual. Nuestras emociones y sentimientos son muy diferentes. Los  alumnos ayudantes nos abren puertas hacia la comprensión del  significado de “problema“ en la etapa adolescente. Ellos nos revelan que la mala cara de un amigo, una mala contestación o incluso una discusión  de fútbol puede suponer un quiebro emocional que dé lugar a respuestas de pasotismo, dejadez o en el peor de los casos, conductas agresivas. En  definitiva, nos enseñan a mirar a través de sus diferentes catalejos para ver matices que, a priori, parecían imperceptibles.

En definitiva, nuestros alumnos ayudantes se encuentran muy cerca  de alcanzar uno de nuestros mayores retos, en palabras de Daniel  Goleman:  

“No permitas que el ruido de las opiniones ajenas silencie tu voz  interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje de hacer lo que te dice  tu corazón y tu intuición”. 

                                                                                                                                                                                                                               MARTA MARTÍNEZ, SILVIA GARCÍA, MARÍA CARRERAS y CRISTINA GUTIÉRREZ

                                        Equipo de convivencia de Educación Secundaria Obligatoria.
Colegio Pureza de María. Madrid

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