La etimología de catolicismo indica que procede del griego katholikós, pudiéndose traducir por “acerca de todo”. El término está compuesto por “kata”, que se entiende como «sobre» o «acerca», y holos, que podríamos traducir como «total» o «todo». Al acompañarlo del sufijo – ismo, lo estaríamos señalando como doctrina o corriente.

El catolicismo es una de las múltiples visiones desarrolladas por el cristianismo en sus primeros siglos entre aquellas que, de una manera u otra, reconocen a Jesús de Nazaret como Mesías. Durante los primeros siglos de nuestra era, los cristianos mantenían distintas interpretaciones doctrinales sobre Jesucristo: gnosticismo, montanismo, maniqueísmo, docetismo, arrianismo, etc. con el fin de consolidar una doctrina unificada, en el año 325 se celebra el I Concilio de Nicea.

Participaron obispos de todos los territorios donde había cristianos y el propósito del concilio es doble: unificar la Iglesia existente y elaborar una doctrina común. A partir de entonces se estableció que la Iglesia debía ser una, santa, católica y apostólica.

¿A qué alude el catolicismo entonces? A la misión universal de la Iglesia. La primera referencia a la denominación católico asociada a la Iglesia fue hecha por Ignacio de Antioquía, mártir cristiano del siglo II, que defendió la unidad de los dogmas cristianos y la superación de las distintas corrientes o sectas. Cuando se encontraba a la espera del martirio en la ciudad de Roma redactó una serie de cartas. En ellas se exhortaba a los obispos del mundo cristiano a consolidar la unidad de la Iglesia y a evitar las inclinaciones judaizantes.

El sentido del artículo es hablar de la escuela católica como una escuela que acoge. Si estuviésemos en un foro de lingüistas, nos estarían acusando de reincidentes, repetitivos y redundantes. ¿Por qué? Porque católico significa “lo de todos”, “acerca de todos”. Es decir, si una escuela católica no es una escuela con misión y visión universal, entraría en contradicción consigo misma y con sus propios términos. Lo extraño sería permitirnos seleccionar quién viene o no, quién se queda o no. No es pensable una escuela católica, si se quiere llamar así, que se permita seleccionar a sus familias, invitar a alguno de sus alumnos a abandonarla, ignorar los correos del servicio de escolarización indicando que nos han derivado a una familia, sea de la procedencia que sea…

Es decir, cuando nos piden hablar de la escuela católica como una escuela de acogida universal, deberíamos despertar un sentimiento de contradicción. Sería algo así como si nos hubiesen pedido hablar de la escuela como de un lugar donde se educa. ¿En serio me vas a hacer pensar sobre algo tan obvio? Lo único es que me parece que, en este caso, estamos algo más confusos. Porque lo cierto es que no todas las escuelas católicas acogen universalmente. Nos llueven críticas, a veces de ser elitistas, a veces de ser selectivos, de discriminar… Nos situamos a veces en épocas previas al concilio de Nicea, de alguna manera adoptamos posiciones sectarias.

“Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”

Pensando en el título, me permití la licencia de inspirarlo en una canción de Víctor Manuel cuyo título es precisamente “Esto no es una canción”, de los años 80. Sé que suena un poco viejuno, pero confío en que entre los lectores haya alguien que la conozca. Me corrijo, no es inspiración, es puro plagio. Víctor Manuel hablaba de la patria, nosotros hablamos de nuestra patria, que son los colegios. Él posiblemente procuraba crear una conciencia, después de la transición a la democracia, de evolución hacia una sociedad más plural y diversa de lo que lo había sido el régimen anterior. Nosotros procuramos crear una conciencia de exigencia evangélica de que si no cabe Dios o si no cabe alguna de sus criaturas, nos tenemos que quitar el apellido de católicos y de cristianos. El concilio de Nicea lucha, entre otras cosas, contra la dinámica excluyente de alguna de las sectas emergentes en su época.

Si preguntásemos en este foro quién ostenta la titularidad de los centros católicos, cada uno individual o por equipos, daríamos una respuesta distinta: Calasanz, Bosco, Vedruna, Chaminade, Champagnat, Paul, Marillac, Claret, Silva, Francisco… El titular, en el sentido de dueño, de entidad propietaria, de persona jurídica… En última instancia, ¿no tendríamos que referirnos al titular originario que es Jesús de Nazaret? Jesús se ve gestionando un certificado digital para poder firmar como representante. En ese sentido nos tenemos que preguntar cómo fue, para saber cómo deberíamos ser. Los fundadores no traicionaron ese sentido, cualquiera de ellos firmaría esta declaración.

Pero también podríamos hablar de titular en el sentido de anuncio, de notición, de portada de periódico o de cabecera de telediario. Aunque eso también resulta un poco ochentero. Ahora más que de titular hablamos de viralidad porque se propaga como un virus, o de lo que “lo peta”, porque rebosa. Cada uno de nuestros fundadores lo fue en su momento, pero el Fundador originario, con mayúsculas, ese sí lo petó. Cuatro biografías en la época para un personaje inicialmente irrelevante, como lo fue Jesús, un triste ciudadano que fulminan en unos días, de una triste provincia de un grandioso Imperio Romano. Eso es más relevante que ligar en el Mercadona a las 7 con una piña. “Jesús muere crucificado” por irreverente, por provocar con una actitud desafiante: la de acoger a todos, pero fue un crucificado más hasta que sus seguidores lo convirtieron en héroe.

Pero titular también es salir en los inicios del partido. Tienes la responsabilidad de poner al equipo en situación de ventaja cuanto antes. Eres de los buenos, no estás en el banquillo, hemos pagado una fortuna por ti para que demuestres tu valía. Creo que Jesús no pisó el banquillo. Jugó los 40 minutos. Lo siento por los futboleros, me gusta más el basket. Como estrella del equipo, lidera y consigue sacar lo mejor de cada jugador, y genera sinergias de comunidad.

Podríamos hablar del paralelismo de la evolución de dos conceptos que en nuestro ámbito deberían confluir: el de inclusión y el de caridad.

Por un lado, evidentemente la consideración social respecto a la acogida del diferente no siempre ha sido igual. Partimos de largos períodos históricos en los que a las personas diferentes no se les reconocía el derecho a la educación. Se parte de la exclusión porque no eran capaces de aprender. En los casos más extremos nos encontramos la eugenesia y la discrinación más radical por razones de género, de raza, y de aspecto físico. En nuestro contexto, no muy lejano, el niño con retraso mental que vivía toda su vida oculto a los ojos del resto del pueblo para esconder las “vergüenzas”.

Poco a poco en algunos contextos se ha ido avanzando hacia la tolerancia, la aceptación, después a la integración, y poco a poco hacia la inclusión. El punto final lo encontraremos cuando no sea necesario hablar de ello porque habremos normalizado la universal diferencia, habremos asumido que todos somos diferentes.

De la misma manera, aunque con una temporalización distinta, el sentido de la caridad cristiana no siempre se ha entendido igual. Partiendo de una consideración en la que la compasión nos debería llevar al cuidado del prójimo desamparado, hemos ido entendiendo que no puede ser un dinamismo unidireccional. Yo, que estoy bien, te ayudo a ti, que estás necesitado. Hoy nos lleva a incidir en las causas que generan esa desigualdad. Por tanto, la caridad nos debería llevar a generar estructuras sociales que garantizaran la dignidad básica de todas las personas, es decir, una lucha por la justicia y la igualdad.

Uniendo ambos conceptos, creo que hoy en día no podemos poner en marcha escuelas cuyo planteamiento sea: “Yo que soy el responsable, te ofrezco a ti, que eres diferente, la oportunidad de estudiar conmigo”. Creo que nos debería llevar a pensar en: “Nosotros, que somos uno, con nuestras diferencias, vamos a convivir y aprender en un contexto cuyas condiciones no incapaciten a nadie para desarrollarse, sea cual sea su condición”.

Si por un momento nos preguntásemos si cada uno de nosotras y nosotros somos normales, ¿cuál sería la respuesta? ¿En qué sentido de normalidad? En el que cada uno elija: conduciendo, cocinando, dando clase, en la relación con nuestra pareja, en los resultados del psicotécnico… ¿Quién no tiene algún atisbo de anormalidad, de subnormalidad o de sobrenormalidad en su propia autoimagen? Soy una colección de “me veo feo en el espejo”, pero “no se me da mal cocinar” y “soy el mejor de la cuadrilla del pádel”.

Mi experiencia es que cuando formulo la pregunta en mis clases, ninguno de mis alumnos levanta la mano. Esto me lleva a reflexionar a qué nos referimos cuando hablamos de normalidad, ¿a lo estándar, a los patrones actuales socialmente aceptados, a la normalidad estadística?

A los ojos de Gaudi, integrar elementos de la naturaleza en su arquitectura debería ser lo normal. Sin embargo, él convierte en extraordinario que las columnas de la Sagrada Familia sean curvas catenarias invertidas. Las esculturas de Botero representan una normalidad que la mayoría de los mortales consideraríamos sobrepeso. Mozart introduce elementos masónicos que los ignorantes no apreciamos… ¿Qué de todo eso es normal, lo del artista o lo del receptor de su obra?

Quizá eso nos debería llevar a repensar cuando hablamos de acogida, de integración, de inserción o de inclusión, de qué estamos hablando. El que se considera normal, ¿es el que ofrece y propicia la inclusión a otros? Si hemos quedado que la normalidad es cuestionable, quizá la propia inclusión también lo debería ser. ¿El vidente tiene que incluir al invidente?, ¿quien no tiene un diagnóstico de trastorno psiquiátrico debe insertar al enfermo mental?

En el Evangelio de Marcos (1, 40-45) nos encontramos el siguiente relato:

Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Cuando el Evangelio nos pone delante a los apestados (anormales) de la época, uno de ellos le pide. “Señor, si quieres, puedes curarme”!. El original κύριε ἐὰν θέλῃς δύνασαί με καθαρίσαι. dDel griego bíblico traducimos al castellano, con algunas licencias literarias. Si esto lo hubiese traducido un orientador en vez de un exégeta hubiese elegido alguna de estas versiones:

“Ayer me hice cortes en las muñecas”.

“No sé qué hacer el año que viene”.

“Mi madre y yo vivimos en una habitación de alquiler y no tengo sitio para estudiar ”.

“No puedo con las matemáticas”.

“No entiendo a mi hijo autista, no sé qué hacer con él”.

“Mi padre llegó tomado ayer y pegó a mamá”.

 Lo que nos dicen cuando atraviesan la puerta del despacho es “sSi quieres, puedes limpiarme”. O lo que viene siendo, “éÉchame una mano, no puedo con mi vida”  ¿cCuántos de nuestros alumnos nos lo están pidiendo?

Cierto que no tenemos la varita mágica del milagro. Nuestro quiero, queda limpio, es mucho más lento que el de Jesús y muchas veces menos eficaz de lo que quisiéramos. Posiblemente la diferencia es que Marcos acorta el relato para hacerlo más comprensible y ahorrar espacio. Es fácil que la curación del leproso fuese más cuestión de escucha, de acogida, de comprensión, de “sal de las afueras de la ciudad y vuelve al centro con nosotros”, de compasión… Me diréis si de eso no somos capaces cualquiera de los lectores de este artículo.  Jesús, habiendo sido conmovido, o compadecido, extendió su mano…

A lo que estamos obligados como centro titular de Jesús es a dejarnos tocar, a conmovernos, a compadecernos para abrirnos a la escucha, a tender la mano.

Queda limpio, si seguimos el paralelismo es, recupera tu dignidad, reintéegrate en la sociedad, cura tu enfermedad. Hoy lo plantearíamos en términos de bienestar o de salud mental. Recupera tu bienestar, queda sano. En última instancia, sé feliz. 

En el Evangelio de Juan (4, 4-15) nos encontramos el siguiente relato:

Tenía que pasar por Samaria. Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»

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ALKORA

Cuando Jesús, después de un periodo de estancia en Judea, decide volver a Galilea, se ve en la necesidad de atravesar Samaria. En concreto, pasando por Sicar. Había muchas diferencias entre los judíos, samaritanos y galileos. Los samaritanos eran una mezcla de judíos con personas de otras nacionalidades. En el Libro de los Reyes se puede encontrar la historia del origen de los samaritanos. Cuando el rey de Asiria conquista el reino del norte, transporta a la mayoría de los judíos a otras tierras de sus dominios. Al poblar las ciudades samaritanas con gente de otros lugares, con el tiempo se produjo una mestizaje racial, pero también religioso, porque los pueblos que vienen de otras partes traen sus dioses y prácticas idolátricas, que son incorporadas al culto de Jehová.

Más tarde, cuando los judíos regresan del cautiverio en Babilonia y comienzan la reconstrucción del templo y la ciudad, los habitantes de Samaria se oponen a esta obra y son sus principales opositores. Con el tiempo, ellos mismos erigirían su propio templo. Disponían también de ejemplares del Pentateuco, aceptando lo revelado por Moisés, pero rechazando los demás escritos del Antiguo Testamento.

Todo esto nos da una idea de porqué «judíos y samaritanos no se trataban entre sí» (Jn 4:9). Aunque de hecho, no debemos entender simplemente que no se hablaban entre ellos, sino que había un verdadero odio arraigado en los corazones de ambas partes. Tal era así que cuando los judíos quisieron insultar a Jesús, le dijeron que era «samaritano y que tenía demonio» (Jn 8:48). Y como era de esperar, tampoco los samaritanos recibían a los judíos cuando pasaban por su territorio. 

¿Nos suenan estas rencillas? ¿Les podríamos poner nombre en la actualidad?: judíos-palestinos, payos-gitanos, republicanos-demócratas, nacionales-inmigrantes, excelentes-discapacitados, Usera-Moraleja, Ser-Onda Cero,  rusos-chechenos… Debido a esta tensión en sus relaciones, cuando un judío quería viajar de Judea a Galilea, lo que normalmente hacía sería cruzar el río Jordán hacia el este pasando a Perea y bordearlo hasta llegar al Norte donde volvería a cruzarlo nuevamente para entrar en Galilea. Por supuesto, éste no era el camino más corto, pero así evitaban pasar por Samaria, lo que dada la hostilidad reinante, les evitaba muchos problemas y situaciones desagradables.

Jesús no solo no manifiesta no tener problemas en entablar relación con una persona procedente de Samaría, sino que además es mujer, con las que no era habitual entablar contacto por parte de otros hombres. Está poniendo de manifiesto su capacidad de estar más allá de los prejuicios y las consideraciones con las que posiblemente se hubiese educado y que su comunidad, como buen galileo, le habría inculcado. Pone por encima el encuentro con ella y le pide de beber, es decir le está dando la oportunidad de expresarse y desarrollarse con lo que ella es y puede en ese momento. Se podía no haber complicado la vida atravesando el Jordán. Parece que no solo se lo encuentra sino que va a buscarlo, lo provoca. 

¿Cuál es nuestro Jordán? ¿Los pasillos del centro, las salas de entrevistas con padres, las clases…? ¿Cuál es la reflexión a la que nos tiene que llevar como subtitulares, como seguidores -puede que creyentes o no como bien sabemos-? Estamos obligados a adoptar en nuestro desempeño profesional lo que son las actitudes y posicionamientos del Maestro Titular. Traducido al griego bíblico: estamos en la exigencia y compromiso de buscar nuestras “samaritanas” particulares, estén disfrazadas de lo que estén disfrazadas. Hay que provocar ese encuentro. No podemos cruzar el Jordán para evitar el conflicto. Jesús posiblemente lo viviese como un reto.

¿Qué disfraces son esos? Las samaritanas de nuestros días posiblemente estén disfrazadas de personas con otra nacionalidad, con discapacidades, con diferentes identidades, con falta de recursos económicos o con excesivos… 

Un ejemplo:

Paula Leitón, natural, sencilla, de casa, de su familia, gente humilde, se formó en el club de natación de su municipio, Terrassa, antes de que la fichara uno de los clubes referentes de la categoría, el Sabadell, debutó en los Juegos de Río 2016 con solo 16 años y un Mundial ya a sus espaldas; ganó la plata en Tokio 2020 y ha vuelto de París con la medalla de oro al cuello tras un campeonato excepcional en el que la selección femenina venció por primera vez a Estados Unidos, un logro que empezó a cimentar el triunfo final ante Australia. La waterpolista, por su parte, dejó un gol para el recuerdo, de espaldas, en la semifinal ante Holanda y volvió a marcar también en la final. Durante su paso triunfal por París, sin embargo, tuvo que aguantar comentarios gordófobos en redes sociales. Comentarios que, asegura ahora, le “resbalan”.

Así se expresó después de proclamarse, el pasado sábado y junto a todo el equipo, campeona olímpica. “Igual piensan que me van a hacer daño. Sé cómo es mi cuerpo y lo quiero muchísimo. Lo trabajo para un deporte que es mi vida. Me dan absolutamente igual los comentarios. Acabo de ganar un oro olímpico, que es el sueño que tenía desde que era una enana”, dijo en el programa En boca de todos, de Cuatro.

Su reacción en la televisión ha desatado estos días toda una ola de empatía para una deportista de alto nivel que se sale de los estereotipos y de lo que conocemos como cuerpos normativos. Sus redes se han llenado de todo tipo de comentarios de apoyo entre seguidores que se enorgullecen de sus logros y padres y madres que la ven como un ejemplo para sus hijas.

El país: Nadia Tronchoni Madrid – 14 AGO 2024 

 ¿En qué lado estamos los centros y sus educadores? ¿En el de los comentarios fáciles y discriminatorios o en el de Paula? Es una samaritana más. ¿Nos dejamos llevar como educadores incluso como centros por los mensajes que nos han inculcado? Los samaritanos no son judíos auténticos es lo mismo que decir que Paula no tiene un cuerpo estándar o esperable o normativo. 

La verdadera esencia de un centro cristiano pasa por pedir de beber a las samaritanas del siglo XXI. Nuestro ejercicio será identificarlas e incluso convocarlas. Para nosotros eso es revisar nuestros procesos de admisión y ver quién acude a nuestros colegios. Incluso podemos ir más allá, llamarlos, salir a su encuentro, pedirles Dame de beber.

¿Hacía Jesús adaptaciones curriculares significativas? ¿Modificaba los elementos esenciales del currículo para hacerlos accesibles a todo el mundo? Pues lo desconozco pero sí invitó a que nos hiciésemos como niños para inundarnos de ingenuidad. Puede que porque el niño no se asusta de la diferencia, todavía no tiene prejuicios discriminatorios.

¿Fue Jesús un experto en Diseño Universal del Aprendizaje? Pues lo desconozco, pero cuando su espíritu alcanza a sus discípulos en Pentecostés, les hace hablar todas las lenguas del mundo, invierte el efecto Torre de Babel. Multiplica panes y peces para que todos puedan tener qué comer, levanta de su silla al paralítico y resucita al muerto.

Pensemos si admitiríamos a Jesús en nuestros centros católicos. ¿Dependería de cómo viniese vestido, de su aspecto exterior, de qué idioma hablase, de su capacidad intelectual, de su salud mental, de su procedencia, de sus creencias?

¿Somos tan normales como la samaritana o como el leproso? ¿Jesús fue normal o extraordinario? ¿No será que tenemos que ser tan normales como lo fue el nazareno?

El mejor test, la mejor auditoría para nuestros centros y nuestras instituciones, podría ser esa. Buscad en el proceso de admisión su nombre. Repasad cuando lleguen en marzo las solicitudes. Si aparece Jesús el Nazareno, ¿tendrá los puntos suficientes? Cuidado por si se hubiese cambiado de nombre. Puede que su apellido ahora sea Jesús Samaritano, el Leproso.

DAVID DE FRUTOS
Director del centro concertado Vedruna de Carabanchel, Madrid

Webgrafía

Alejandre, R. (20 de noviembre de 2016). La evolución de la inclusión a través de la historia.https://es.slideshare.net/slideshow/la-evolucin-de-la-inclusin-a-travs-de-la-historia/69306428

De Miguel, L. (30 de septiembre de 2024). Estudio bíblico: Jesús y la Mujer samaritana (Juan 4: 1-42). https://www.escuelabiblica.com/estudios-biblicos-1.php?id=116

Inazio, J. (2005). Historia breve de la caridad y de la acción social de la Iglesia. https://www.arbil.org/98cari.htm

Abstract

The inclusive mission of Catholic schools is based on the etymology of «catholic,» which means universal. Inspired by a song by Víctor Manuel, it is emphasized that if schools are not inclusive, they fail to represent the message of Jesus of Nazareth, who is seen as the true holder of our centers. Furthermore, the evolution of the concepts of inclusion and charity over time is compared, highlighting the importance of openness

 

 

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