En la actualidad, sigue estando presente en las escuelas la duda de si el alumnado que se encuentra escolarizado en las aulas es igual o diferente entre sí; y más concretamente, si todos deben o tienen que aprender de la misma manera, y por tanto, utilizar una única metodología de enseñanza-aprendizaje en el aula, igual para todos y todas. Esta incógnita, analizada desde un punto de vista científico y/o pedagógico, puede ser fácilmente resuelta hacia una visión negativa de la misma, dando por zanjada esta cuestión y afirmando, por tanto, la presencia de diversidad y la gran disparidad de características que presenta la totalidad del alumnado distribuido en las distintas aulas, repartidas por todo el planeta.
Siguiendo con esta hipotética cuestión y si analizamos detenidamente cualquier aula de forma visual, en un primer golpe de vista observaríamos que físicamente ya existen grandes diferencias entre el alumnado allí presente. Existen rasgos físicos dispares, que hacen que podamos diferenciarnos entre nosotros y tener unas características propias como humanos, que nos hacen ser diferentes de cualquier individuo presente en este mundo (Armstrong, 2012).
Entonces, después de este primer cribado visual en un aula, nos preguntamos: ¿Todo nuestro alumnado es igual?
Está claro, como se introdujo en líneas anteriores, que no, que todo el alumnado es diferente entre sí, y por tanto, es cuando surge el concepto: Diversidad. Diversidad significa un conjunto de cosas diversas, y diverso hace referencia a que algo es diferente, que no se parece.
El problema radica en que, si en nuestras aulas tenemos alumnado diferente, con características intrínsecas y extrínsecas propias, y por tanto, con potenciales y necesidades de aprendizaje diferentes, ¿cómo es posible que sigamos como docentes utilizando métodos de enseñanza-aprendizaje iguales para todos?
La escuela tiene que evolucionar a la vez que lo hace la sociedad. Estamos en una época en la que la sociedad en general avanza a un ritmo vertiginoso y, en cambio, la educación parece en ocasiones estancarse en ese proceso evolutivo. No es lógico que todo avance y los métodos de enseñanza-aprendizaje queden anclados con metodologías del pasado.
Por otro lado, y asociado a la metodología y el proceso de enseñanza-aprendizaje, no sirve de nada dotar a las aulas de los mejores aparatos tecnológicos y de las últimas tendencias innovadoras, si el profesorado no está formado, ya que no conseguirá obtener el mayor rendimiento de ellas, ni potenciar al máximo las capacidades de cada alumno, y ese tendría que ser el objetivo principal de introducir las TIC en las escuelas.
Fruto de este debate anterior, y habiendo llegado a la conclusión de que todas las personas somos diferentes (Huguet, 2006), la educación en España debería garantizar el derecho al acceso a la educación de la totalidad del alumnado, sin importar, por tanto, ningún tipo de característica propia del sujeto, al comprobar y dictaminar que todos y todas somos personas distintas entre nosotros (Ainscow, 2024).
Es en este punto cuando en el ámbito educativo, y también social, surge un nuevo concepto o idea: Inclusión. Concepto que muchas escuelas, entidades educativas, políticas y sociales usan, pero que no siempre cumple con los criterios mínimos y/o establecidos como tal. Entendemos por inclusión cuando cualquier alumno/a se encuentra escolarizado en torno a la regla de las 3P:
Siguiendo esta línea inclusiva en la vertiente educativa, y atendiendo al aspecto legislativo, la educación inclusiva en España (Echeita y Calderón-Almendros, 2014) es considerada un derecho de todo el alumnado (Echeita y Simón, 2013). La tendencia educativa actual consiste en caminar hacia una educación inclusiva en la que todos los alumnos aprenden (Bona, 2016), pero se siguen observando múltiples casos de exclusión social y acoso escolar (Uruñuela, 2016). Se plantea, por tanto, la necesidad de intervenir, ya que continúan existiendo actitudes negativas hacia las personas con discapacidad (Alcedo et al, 2013) que dificultan o que impiden alcanzar una inclusión total en el ámbito educativo (González-Gil et al, 2016), además de observarse que sigue existiendo una tendencia a escolarizar al alumnado con diversidad funcional en centros educativos específicos (Calderón y Verde, 2018).
La forma de tipificar o de catalogar al alumnado con necesidades educativas ha ido cambiando y transformándose a lo largo de los años y de las distintas variantes educativas en relación con este colectivo de estudiantes. Concretamente en España, esta circunstancia ha ido variando según las diferentes leyes educativas que nuestro país ha implantado a lo largo de la historia. En la actualidad, tomando como referencia la legislación actual (LOMLOE, 2020), podemos encontrarnos con:
Todas estas circunstancias hacen replantearnos, como docentes, la necesidad de poder ajustar acciones pedagógicas concretas que permitan el logro y el alcance de objetivos académicos a todo el alumnado. Estas cuestiones deberían estar refutadas en el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) (Elizondo, 2024) realizando los suficientes ajustes razonables (LOMLOE, 2020) que permitan alcanzar el mayor logro académico. Los ajustes razonables son las modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas que se llevan a cabo cuando se requieran, con el fin de garantizar a las personas el goce o ejercicio de sus derechos en igualdad de condiciones. Se realizan porque no siempre será posible diseñar y hacer todos los productos o servicios de tal forma que puedan ser utilizados por todo el mundo.
Esta circunstancia precisa de un gran trabajo en equipo entre los diferentes profesionales que intervienen con la alta variedad de alumnado que tenemos en nuestras aulas, así como ajustarnos a nuevas metodologías de trabajo que difieran de las antiguas clases magistrales.
Una forma de generar aprendizajes entre todo el alumnado es incluyendo nuevas formas de trabajo en las aulas, como pueden ser las metodologías activas, adaptadas a la diversidad de las aulas y fomentando situaciones de aprendizaje reales y enriquecedoras entre la totalidad del alumnado. Trabajar con metodologías activas es especialmente importante para el desarrollo cognitivo y socioemocional del alumnado, y asegurar su éxito académico en cualquiera de las etapas educativas (Hattie, 2009). Este asunto es especialmente relevante en el ámbito de la Educación Especial, dada las características intrínsecas de dichas metodologías (Juárez-Pulido et al, 2019). A través de las metodologías activas se potencia la implicación del alumnado en su propio proceso de aprendizaje; se favorece el aprendizaje significativo, en tanto en cuanto nos permite partir de las experiencias previas y las propias necesidades de los alumnos (Ausubel, 1983). Además, si partimos de los principios de equidad que dichas metodologías promueven, el docente puede ser capaz de gestionar los distintos ritmos y estilos de aprendizaje para generar situaciones de aprendizaje más participativas, igualitarias e inclusivas.
Entendemos por metodologías activas aquellas metodologías que ponen al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje, promoviendo su participación y la construcción de conocimiento de manera significativa. A diferencia de los métodos tradicionales, centrados en la transmisión de información por parte del docente, las metodologías activas fomentan la interacción, la reflexión, el trabajo colaborativo y la resolución de problemas (Murillo-Estepa, 2007), así como la inclusión en las aulas del alumnado con dificultades académicas (Muntaner-Guasp et al, 2022). Estas metodologías se basan en la premisa de que los alumnos aprenden mejor cuando están activamente involucrados en el proceso de adquisición del conocimiento. Se busca que los estudiantes no sean meros receptores pasivos, sino que se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, desarrollando habilidades de pensamiento crítico, creatividad, comunicación y trabajo en equipo (Sze-Yean, 2019).
Algunos ejemplos de metodologías activas son:
El aprendizaje cooperativo es una estrategia educativa que se basa en la organización del alumnado en pequeños grupos heterogéneos en cuanto a habilidades y capacidades, con el propósito de alcanzar unos objetivos comunes.
Es una estrategia metodológica en la que se requiere de la realización de un diseño y programación previos para, posteriormente, poner en marcha un conjunto de tareas y/o actividades basadas en la resolución de preguntas o problemas (retos). El alumnado, a través de la investigación, debe trabajar de forma independiente y autónoma (y de forma coordinada en equipos) para finalmente exponer al resto de compañeros/as un producto o tarea final relacionada con los contenidos pedagógicos perseguidos.
Esta metodología persigue llevar los cuentos al aula no solo como lectura, sino también como proyectos programados y elaborados con creatividad y muy atractivos para abordar los objetivos y contenidos del currículo (Lorenzo y Valverde, 2022).
Principalmente, se basa en la aplicación de juegos de mesa como herramienta con un fin didáctico y con una premisa de mejora curricular en el alumnado (Sánchez, 2021). Couso (2023) defiende que el juego tiene un gran valor educativo y que facilita la adquisición de nuevos conocimientos académicos. Los juegos suelen servir de gran ayuda para estimular aspectos físicos y cognitivos en el alumnado, que resultan esenciales para la adquisición de ciertas habilidades y para su desarrollo psicológico. Por tanto, el juego permite ejercitar la concentración, al mismo tiempo que despierta la curiosidad en el alumnado, impulsándolo a aprender.
También conocido como “Clase Invertida”, es un enfoque pedagógico que invierte el tradicional modelo de enseñanza. En lugar de impartir las lecciones en el aula y asignar la tarea para hacer en casa, se propone que el alumnado acceda a los materiales de aprendizaje, como vídeos, lecturas o recursos en línea, antes de asistir a la clase (Bishop y Verleger, 2013).
El Pensamiento Visual es un enfoque cognitivo que se basa en el uso de elementos visuales para organizar ideas, representar conceptos y comunicar de manera efectiva. Se refiere al proceso de pensamiento que se activa cuando utilizamos imágenes, diagramas, gráficos, mapas mentales y otros recursos visuales para comprender y procesar información (Sless, 2019).
Esta metodología activa tiene el objetivo de desarrollar y aumentar las habilidades sociales y comunicativas de todo el alumnado, especialmente el de necesidades educativas especiales, observadas durante los períodos de recreo en los centros escolares. Las dificultades comunicativas y de relación social que presenta este alumnado, sumado a sus dificultades académicas, hacen que sean alumnos con altos porcentajes de fracaso escolar, además de apreciarse otros factores de riesgo, como son la exclusión social y el acoso escolar o bullying (García, 2018).
DAVID DE FRUTOS
Director del centro concertado Vedruna de Carabanchel,Madrid
Bibliografía
Ainscow, M. (2024). Developing Inclusive Schools: Pathways to Success. Routledge.
Armstrong, T. (2012). El poder de la neurodiversidad. Barcelona: Paidós.
Couso, M. (2023). Cerebro, infancia y juego. Barcelona: Editorial Planeta.
Echeita, G. y Calderón-Almendros, I. (2014). Obstáculos a la inclusión: cuestionando concepciones y prácticas de evaluación psicopedagógica. Ámbitos de Psicopedagogía y Orientación, 41 (noviembre).
Elizondo, C. (2024). Diseñar hasta los límites. Estrategias para abrir nuevas posibilidades, retos y desafíos para todo el alumnado. Barcelona: Octaedro.
Hattie, J. (2008). Visible Learning: A Synthesis of Over 800 Meta-Analyses Relating to Achievement. https://minerva-access.unimelb.edu.au/bitstream/11343/31622/1/281182_161493.pdf
Muntaner-Guasp, J. J.; Mut-Amengual, B. y Pinya-Medina, C. (2022). Las metodologías activas para la implementación de la educación inclusiva. educare [online]. 2022, vol.26, n.2, pp.85-105. ISSN 1409-4258. http://dx.doi.org/10.15359/ree.26-2.5.
Abstract
All students are different and Education must evolve along with society. The concept of inclusion is proposed, based on the 3Ps: presence, participation and progress, emphasizing that it is a right of all students. Additionally, active methodologies, such as cooperative learning and project-based learning, that promote participation and meaningful learning are discussed. It concludes that it is crucial to implement reasonable accommodations to ensure educational equity.