
En este mundo acelerado en el que nos encontramos, los centros educativos continuamos en búsqueda de nuevas oportunidades de servicio y cuidado, estando convencidos de que lo más valioso, sin duda, son las personas, y que para ofrecer lo mejor de nosotros mismos a los demás, la clave es formar y acompañar a un buen equipo que inspire, despierte semillas, despliegue raíces y ramas, y se abra caminos para crecer en comunidad.
La esencia de los equipos es su alma. Un equipo con alma es una comunidad viva, donde la conexión emocional y los valores compartidos son el motor de cada acción. En los colegios, estos equipos educativos son capaces de innovar y superar los retos porque trabajan desde un sentido profundo de identidad, propósito y compromiso educativo. Construir un equipo con alma implica cultivar relaciones basadas en la confianza y el respeto, promoviendo un entorno donde cada miembro se sienta visto, escuchado y valorado, fortaleciendo el sentido de pertenencia. Y ahora, más que nunca, el acompañamiento transformador de equipos educativos se ha convertido en un factor clave para abonar su crecimiento.
Este concepto de acompañamiento va más allá del liderazgo tradicional. Se trata de una práctica que reconoce que cada miembro del equipo aporta competencias técnicas y riqueza humana, y donde los talentos compartidos son esenciales para el crecimiento conjunto, creando un ciclo virtuoso de aprendizaje.
Para que el acompañamiento dé frutos, es fundamental que el líder o facilitador actúe como un verdadero maestro que inspire confianza, enseñe desde el ejemplo y fomente una cultura de colaboración basada en el respeto mutuo. Su rol no se limita a resolver problemas o asignar tareas; implica no perder el rumbo, caminar junto al equipo, compartir desafíos y celebrar logros con la misma intensidad, y compartir la visión de que cada acción repercute directamente en el bienestar y aprendizaje de todos.
Los valores son el sustrato de estos equipos; principios como la honestidad, la integridad y la responsabilidad definen la forma en que los miembros del equipo interactúan entre sí y con su entorno. Un acompañamiento efectivo fomenta que estos valores sean más que simples palabras; se trata de traducirlos en acciones concretas para crear espacios donde las personas puedan expresar sus ideas y sentimientos sin temor al juicio; reconocer y valorar la diversidad de perspectivas y experiencias; empoderar a cada miembro para que asuma un rol activo en la consecución de las metas comunes… Cuando los valores se integran de manera coherente en la cultura del equipo, se afrontan los retos con una visión compartida.
El cuidado juega un papel crucial en el acompañamiento transformador, y se manifiesta en la forma en que los equipos reconocen sus necesidades, desafíos y logros. Hacerlo efectivo implica reconocer la humanidad de cada persona en su contexto; proveer apoyo emocional, ofreciendo un oído atento y apoyo para encontrar respuestas constructivas; y promover prácticas que permitan a las personas mantener su salud integral, tanto física, mental y comportamental.
El acompañamiento transformador no es un acto puntual, sino un compromiso continuo que requiere cercanía y dedicación, donde la escucha activa es un pilar fundamental. Consiste en prestar atención genuina a las palabras, emociones y necesidades de los demás, sin prejuicios, para comprender profundamente los desafíos y aspiraciones del equipo, identificar oportunidades para el crecimiento individual y colectivo, y prevenir malentendidos y conflictos. A su vez, cada persona debe sentirse parte activa del proceso, con el poder y la capacidad para contribuir de manera significativa a las metas compartidas.
Pero a menudo nos enfrentamos a resistencias internas y externas, que pueden surgir del miedo al cambio, la falta de confianza o las experiencias previas negativas. Para superar estas barreras, es necesario crear un espacio seguro donde los equipos se sientan cómodos expresando sus dudas y preocupaciones; comunicar con claridad objetivos y beneficios de los cambios; y facilitar la participación y proveer apoyo continuo en cada paso del proceso, ofreciendo recursos, formación y reconocimiento.
En este monográfico de Educadores compartimos que el acompañamiento transformador redefine la forma en que los equipos trabajan y crecen juntos. Ahora que los retos son constantes y las metas pueden parecer inalcanzables, este enfoque nos recuerda que la verdadera fortaleza radica en la capacidad de los equipos para cuidar, escuchar y comprometerse con una visión compartida. Acompañar no es solo liderar; es caminar junto a otros, construyendo juntos un camino hacia un futuro más humano, inclusivo y transformador para todos.
IRENE ARRIMADAS
educadores@escuelascatolicas.com