El mundo vive desde un nuevo paradigma organizacional, emocional, comunicativo, económico y competencial, y la escuela, al igual que otras muchas instituciones, se encuentra inmersa en este cambio profundo y no solo porque nos lo dicte una nueva ley. De ahí, la imperiosa necesidad de reflexionar colectivamente sobre el propósito de nuestra labor educativa, partiendo de lo que somos y de la realidad vigente. Debemos poner en valor nuevas maneras de pensar y actuar crítica y creativamente, e incorporar estructuras, formas de liderazgo y organización de los centros y la comunidad educativa que posibiliten cumplir con nuestra misión educativo-evangelizadora y de generar cultura del cuidado en nuestras organizaciones, entendida como el ecosistema que permite crecer a todos y cada uno de sus miembros en torno a un proyecto compartido.
Sin duda, una pieza clave de esta transformación es propiciar un liderazgo creyente, carismático, profético, valorativo, corresponsable, inspirador e íntegro, con estructuras más flexibles y abiertas, donde las personas trabajen principalmente en equipo, con una mayor autonomía y responsabilidad, poniendo en práctica modelos de gestión ágiles (que aprovechen las fortalezas que se tienen y que respondan con eficacia y eficiencia a las debilidades internas y a las amenazas externas) e integradores, donde puedan intervenir el mayor número de miembros de la comunidad educativa, y que generen creatividad e innovación que mejore el proyecto.
En este contexto, liderar nuestros centros educativos no es tarea sencilla. Es necesaria una concepción nueva del liderazgo, donde los modos de organización verticales dejen paso a modelos de gobierno, de trabajo y de toma de decisiones más participativos, distribuidos y colaborativos, como mejor forma de fortalecer la identidad e implicación institucional. Para ello, nuestros equipos directivos necesitan pasar del rol marcado por la gestión y la burocracia, hacia un tipo de liderazgo de tipo emocional, pedagógico, espiritual. Necesitamos líderes que ilusionen, que definan objetivos, que sean capaces de transformar la visión en realidad, que hagan sentir importantes a sus colaboradores, y que sean un ejemplo y una referencia. Esta capacidad de liderazgo puede desarrollarse en la medida en que cada líder gestione sus propias emociones, sus incertidumbres y sean capaces de crear entornos donde valga la pena implicarse por una causa más trascendente y se puedan desplegar todas las competencias de los equipos y ofrezcan lo mejor de sí mismos.
Nunca podemos olvidar que nuestro valor añadido es el Evangelio y los colegios acarician la trascendencia formando a futuras generaciones de niños y jóvenes. A veces, nuestras opciones organizativas, económicas, entre otras, se orientan a proyectos que buscan ser competitivos frente a otros que ofrecen nuestros mismos servicios a la sociedad. Por ello, es necesario garantizar una sostenibilidad de la misión evangelizadora en nuestro mundo y fijar horizontes a largo plazo que animen y orienten hacia nuestro valor añadido. Tenemos que poner sumo cuidado en esta labor que tenemos encomendada, como hizo el buen samaritano.
Existe mucha experiencia, talento, virtud, conocimiento y creatividad en nuestros centros e instituciones. Numerosas experiencias educativas innovadoras se han consolidado como propuestas visionarias sobre nuevos modelos organizativos y de liderazgo centrados en el cuidado de las personas y del planeta. De manera extraordinaria, estamos experimentando este cambio impulsado por el Pacto Educativo Global para la transformación social y de la ciudadanía global desde los valores del Evangelio. Estos centros no se someten a los dictados de la modernidad aceptando por buena cualquier transformación, sino que encuentran el equilibrio entre lo que les demanda el futuro, sopesando a la vez lo que sigue siendo válido de su experiencia y trayectoria, y hacen sostenible la innovación porque alcanzan, con creatividad y eficacia, sus finalidades educativas.
“Inspirar es crear espacios donde aprender juntos” y eso es lo que os ofrecemos en este monográfico de Educadores, junto a grandes inspiradores que nos regalan sus reflexiones. Y como no hay futuro sin encuentro, debemos encontrar juntos los caminos con rigor y apremio para que esta visión del liderazgo se convierta en seña de identidad de la cultura de nuestros centros. Seguir dando pasos juntos en esta dirección es nuestro propósito.
IRENE ARRIMADAS
@iarrimadas