Para mí, en mi vida, oír, hablar y “jugar” con la inteligencia artificial es algo que me encanta, que lo disfruto mucho, que me hace estar fuera de mi zona de confort, que a veces me abruma, pero que siempre me invita a pensar…: “y ahora, ¿qué hago con esto en mi aula?”.

Os cuento cómo es mi aula… es un pequeño rincón del Colegio La Purísima para niños sordos de Zaragoza, lleno de doce alumnos sordos y con patologías asociadas (sordos y autismo, sordos y baja visión, sordos y problemas cognitivos…). Es la clase de los mayores de Primaria, pero tenemos niveles curriculares con adaptaciones significativas de primero, segundo…hasta sexto. Mis alumnos son muy diferentes y cada uno de ellos es una diversidad.

Además de todo lo curricular como en cualquier otro colegio, nosotros nos caracterizamos por un constante trabajo rehabilitador de la audición y del lenguaje; todas las actividades que realizamos en el aula van encaminadas al desarrollo de estos dos aspectos.

Junto a ello, pretendemos dar respuesta a una escuela del cuidado. Me gustó mucho cuando escuché a Julio Roguero hablar de esta idea -y de la creencia de que la escuela del cuidado mutuo educa en la perseverancia y la paciencia a ritmo lento y pausado. Julio pone especial atención en el aprendizaje relevante, la reflexión, la voluntad y la memoria; sitúa el diálogo-conversación en el centro de la relación pedagógica y sabe que educar es aprender a pensar críticamente por sí mismo y a sentir la generosidad del compartir, poniendo en primer plano la empatía, la compasión (pasión común por la vida) y la construcción de la fraternidad.

Rápidamente pensé en que eran aspectos muy importantes en mis alumnos y que me llevaban a un gran desafío que me hizo pensar en una frase preciosa que se atribuye a San Francisco de Asís: “Empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible; y de repente estarás logrando lo imposible”. Una gran verdad.

Por lo tanto, cada cosa, cada novedad que entra al aula, tiene que ir a lo esencial, tiene que tener una pizca de locura, de motivación, de reto, de dificultad…pero tiene que estar llena de cariño, de decirles a mis alumnos que ellos también pueden y que estoy a su lado para hacerlo posible juntos. Y por supuesto, tiene que responder a lo curricular y rehabilitador.

Tenemos poco margen para el error, para la frustración, para que esté alejado de sus posibilidades; tenemos que ser muy precisos con cada nueva herramienta que entra en el aula, tener muy claro el qué, el para qué y el cómo.

Con muchos de mis alumnos, el trabajo a lo largo de los años se focaliza en los mismos objetivos, de manera que mantener la motivación se convierte en una necesidad que implica varias cosas: que como docente esté siempre actualizada y con una gran apertura para que todas las herramientas y recursos nuevos motiven a mis alumnos, y que sea capaz de integrarlos en su desarrollo curricular, rehabilitador, personal… Eso conlleva la necesidad de no perder el foco en lo que de verdad importa, en que esa nueva herramienta que llevo al aula tenga como fin uno o varios objetivos curriculares y/o rehabilitadores de la audición y del lenguaje. Antes he tenido que probar, pensar y, muchas veces, adaptar el uso normal de esa herramienta para que al llevarla al aula todo funcione y que su uso tenga sentido en mis alumnos.

Algo así me pasó con el tema de la inteligencia artificial. Me enamoré de su uso y de sus posibilidades y pensé que también tenía que dar la oportunidad de  disfrutarla a mis alumnos. 

En nuestro colegio trabajamos con la Metodología Verbotonal, que considera todos y cada uno de los “actos del lenguaje” como “actos de comunicación”. Estos actos no son sólo la mera producción fónica, sino la puesta en práctica globalizada del lenguaje como estructura en la que intervienen no sólo los elementos típicos de la cadena de comunicación: Emisión–Transmisión–Percepción–Reproducción, sino también los elementos que sirven de soporte al acto de la comunicación: El cuerpo como emisor y receptor del lenguaje, ritmo y entonación como estructuradores del significado, expresividad y afectividad inherentes al lenguaje, tiempo y pausa como elementos activos de la  cadena fónica y la unión que los liga a un contexto semántico definido.

 

Dentro de esta metodología, un gran referente es Aldo Gladic (1988), que afirmaba que nuestro modelo educativo debía ser interactivo, pedocéntrico, somatocéntrico, polisensorial y próximo al instante. Que hay que seguir al alumno; cuando él no propone, seremos nosotros los que lo hagamos. Todo tiene que estar relacionado con el espacio mental del niño, con su biografía. Destacaba la importancia de que aprendan a pensar sin que nadie lo mande, de enseñarles a proyectar hacia afuera, que vean que los demás les entienden, logrando así una fonética plurisensorial, ¡con todos los sentidos!… y concluía entendiendo la comprensión como el resultado de una imagen mental, unida al movimiento de cuerpo o manos, y al grafismo.

Además, una de las actividades preferidas de Gladic para las aulas era el trabajo de la imaginación, visibilizando así el pensamiento, algo que actualmente destaca la innovación educativa.

Él proponía a los niños que soñaran… y que de ese sueño, sacasen frases, y esas frases ayudasen a dar significado a lo que habían imaginado. Gladic insistía en la necesidad de que los chicos usasen palabras mentalmente, porque solían pasar de la imitación a hablar de ellos mismos. Afirmaba que usaban bien las palabras aisladamente, pero que tenían grandes dificultades en cuanto a estructuras, algo que sabemos que sigue siendo así.

Y justo para esto uso la inteligencia artificial con mis alumnos, con ella les invito a pensar, a imaginar…y es algo que les cuesta muchísimo ya que ellos son capaces de contar lo que han visto o vivido pero tienen grandes dificultades para imaginar algo que no existe, para usar el lenguaje de una forma creativa.

Nos insisten cuando usamos la inteligencia artificial en que el prompt debe ser preciso y adecuado, pero…¿qué pasa cuando ni siquiera encontramos las palabras que puedan formar ese prompt?, ¿cuándo ni siquiera mis alumnos son capaces de imaginar las consignas? Pues que con mucho trabajo, rutina y creyendo en ellos, ¡es posible!

Empezamos trabajando el término imaginar (PENSAMIENTO) haciendo una relación de opuestos entre: lo que veo/lo que imagino, lo que conozco/lo que invento, lo que existe/lo que no existe.

Luego empezamos a escribir (LENGUAJE) cosas (sustantivos) que no existen pero que nos gustaría que existieran; poco a poco, de las cosas sencillas y más cercanas hasta que llegamos a poder imaginar objetos con características (adjetivos) que nos parecen disparatados; jugar y aprender con el lenguaje es así de divertido! 

Escribimos nuestras ideas en papel (¡y así sin darnos cuenta creamos nuestro primer prompt!) (LECTOESCRITURA). Cada uno hace el dibujo imaginando cómo sería esa idea loca.

Luego pasamos nuestro texto a las páginas de inteligencia artificial y esperamos con gran expectación el resultado. Y como siempre… lo COMPARTIMOS con los compañeros y lo enviamos por correo para que puedan compartirlo con sus familias.

Llegamos hasta unir varias ideas locas haciendo una NARRACIÓN y esperando el resultado juntos.

La alegría, la emoción, sus caras, sus abrazos por ayudarles a conseguirlo… son cosas difíciles de explicar con palabras, ¡ lo mejor es que lo veáis!

                                                                                                                                                                                                                              NOELIA CEBRIÁN
Profesora en el Colegio La Purísima
para niños sordos (Zaragoza)

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