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La implantación de la LOMLOE nos está suponiendo un desafío que en principio puede parecer inabarcable y las circunstancias que la rodean no nos lo están poniendo nada fácil. En los centros educativos lo estamos viviendo con apremio intentando no perder el rumbo, porque queremos seguir respondiendo a las demandas actuales del currículo no solo porque la nueva legislación educativa nos lo exija, sino porque nuestra ineludible misión educativa y evangelizadora, y el presente y futuro de cada uno de nuestros alumnos nos lo demanda. 

La nueva arquitectura curricular (con tantos elementos interconectados), la renovación de las programaciones como “situaciones de aprendizaje”, la visión inclusiva que contempla el Diseño Universal para el Aprendizaje, el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible , el Pacto Educativo Global al que nos invita el papa Francisco, el nuevo perfil de salida del alumno, el retraso en la publicación de los decretos autonómicos que fijan los currículos definitivos, la falta de información y recursos con los que cuentan los centros, la imprescindible formación del profesorado que prepare a los docentes para la necesaria innovación pedagógica, el cambio en la evaluación más allá de la calificación… No podemos esperar a que estos retos desaparezcan por sí solos; debemos y queremos mirar más allá de las dificultades y enfrentarnos a ellos sin miedo porque no partimos de cero, llevamos ya mucha carrera ganada y con esos logros podemos aportar valor añadido a la implantación de la nueva ley (¡cuántas veces lo hemos hecho ya en las escuelas católicas!).

Pero necesitamos pistas de cómo hacerla realidad en las aulas poniendo de manifiesto los retos y dificultades que está generando, e intentando aportar propuestas de sentido desde nuestra identidad para lograr la personalización, la plena inclusión y el acompañamiento de las comunidades educativas. Una de las pautas claras es la de innovar desde las fortalezas o, dicho de otro modo, crecer a partir de lo bueno que ya se tiene. En este sentido, en muchas de las escuelas católicas desde hace años se promueven planes de innovación sistémicos y compartidos que abarcan aspectos que ahora ya son ley. El caso de la personalización del aprendizaje y la inclusión de alumnos con necesidades educativas especiales son un claro ejemplo de ello. Desde hace muchos años en el marco del Movimiento “Por la innovación educativa” y en el programa #profesinnovadores de Escuelas Católicas se han impulsado innovaciones en el aula como los Paisajes de Aprendizaje o enfoques como la evaluación auténtica que ahora casan perfectamente con los que la LOMLOE impone. Por eso nos seguimos formando en educar y evaluar por competencias, diseño de proyectos, trabajo por ámbitos, DUA, TIC… y analizamos a qué retos del proyecto educativo de centro conseguimos dar respuesta.

En este monográfico de Educadores hemos querido dar voz a distintos agentes del cambio que se necesita en las aulas, que nos aportan una mirada rigurosa, crítica y esperanzadora, porque la ley la tenemos que implantar, pero no de cualquier manera. Necesitamos visión, proyectos y recursos compartidos, y afianzar el gran talento humano de nuestros colegios, que es la gran ventaja con la que contamos para lograr la escuela que deseamos, desde la comunidad en red, generando valores comunes y viviendo la misión desde una mirada comprometida y que propicie un clima de cuidado, implicación y cohesión de la comunidad educativa alrededor de la visión compartida. 

Ante este enorme reto, compartimos la necesidad de alcanzar un consenso en todos los ámbitos educativos, que nos dote de estabilidad para que las energías de quienes trabajamos por la educación, desde cualquier posición de responsabilidad, las podamos dedicar a lo que realmente necesitan los alumnos. Quizá ahora, en Navidad, cuando la Esperanza se renueva, sea el momento más propicio para mirarlo desde otra perspectiva.

IRENE ARRIMADAS
@iarrimadas

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